¿Quién acompañará al joven e inexperto viajero en
su jornada? ¿Habrá un maestro
seguro de que la meta existe y vale la pena, y
dispuesto a caminar con paciencia al
ritmo del alumno que tropieza, tiene miedo, duda y
se rebela?
Nuestros alumnos necesitan ser escuchados, mirados,
bendecidos. El sentido en su
vida pasa por la experiencia de ser abrazados con
toda su carga existencial, sus
carencias, las injusticias vividas, los abandonos,
las maldiciones que se han vertido
sobre ellos. Necesitan ser vendados tantas veces de
sus heridas, admirados por su
dignidad de criaturas de Dios, acompañados,
estimulados, perdonados, empujados
hacia el riesgo de la experiencia vital, a la que
podrán lanzarse sabiendo que el fin no
es el resultado académico, o el éxito o la riqueza,
ni siquiera el grado de diversión…
Sino compartir con el otro la experiencia de la
gratuidad de la propia existencia y la
propia recreación. Y hacerlo de manera fecunda,
donde cada existencia esta llamada a
darse para que otro viva, de modo que vaciarse por
el otro es lo que otorga plenitud.
Necesitaremos alforjas para el camino. Habrá que
comer, necesitarán Palabra. Tendrán
que dejarse guiar, necesitarán Consejo. Deberán
combatir el frío de la soledad, alguien
deberá acompañarles. Quizá abandonen el camino y
vuelvan heridos, y necesitarán ser
regenerados con los Sacramentos. ¿Encontrarán en la
familia, en la escuela, en la
Iglesia, todo este equipaje?
Hoy más que nunca son necesarios maestros que sean
testigos de esta experiencia en
su propia persona. Maestros que conozcan su propia
debilidad, su vulnerabilidad, y
puedan narrar su experiencia cuando han caído y se
han levantado tantas veces… Esto
es humanizar la educación.
La escuela necesita modelos, que no son perfectos,
pero que caminan hacia la
meta cierta. Qua han conocido el Amor y pueden
mostrarlo a los otros. Que valoran lo
que el alumno es y no solo lo que es capaz de hacer.
Que no desesperan nunca de él.
Aquí radica el secreto de la autoridad del maestro
y de todo educador -tan puesta en
cuestión en el nuevo escenario pedagógico- que
crece o decrece como lo hacen sus
virtudes.
¡Se espera tanto de nosotros! ¡Es tanta la urgencia
para esta labor!
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